Asociar el juego a la educación puede parecer imposible tanto para alumnos como para educadores y encargados de centros educativos. Los preconceptos que definen al juego como algo infantil hacen que sus beneficios se pierdan de vista, bloqueando su pasaje a niveles educativos superiores.
El cambio de paradigma marcado por la Revolución Digital y la evolución de la Pedagogía ha determinado un contexto propicio para la generación de nuevas formas de entender a la educación. El surgimiento de tendencias educativas innovadoras que buscan educar desde un punto de vista distinto al tradicional, acercándose cada vez más a los gustos y necesidades de los alumnos, lleva a que algunos de estos preconceptos pierdan su efectividad. En medio de esta revolución educativa, la Gamificación ha ganado un lugar de destaque como técnica para combinar los gustos de los alumnos con las necesidades de cada sistema educativo.
La Gamificación busca el desarrollo y la puesta en práctica de distintos tipos de habilidades con las que, de acuerdo a lo que se ha estudiado, el individuo podría lograr un mejor desempeño dentro del aula. Para ello, esta técnica se basa en la incorporación de consignas prácticas que persiguen objetivos lúdicos, buscando integrar a todos los alumnos en una única tarea que los aleje de sus preocupaciones individuales y colabore a generar un entorno de aprendizaje colaborativo.
Para lograr su objetivo, los docentes que deseen aplicar esta técnica pueden optar por permitir el uso de ordenadores dentro del salón, emplear juegos de video específicamente diseñados para el ámbito educativo e incluso una amplia variedad de aplicaciones móviles que cada estudiante puede descargar en su propio Smartphone. Lo fundamental es que después de las actividades lúdicas se realice una evaluación objetiva de la forma en que los estudiantes lograron -o no- la correcta aplicación de las habilidades desarrolladas mediante el juego a su vida cotidiana.
El principal atractivo de la Gamificación radica en que, dentro del mundo lúdico, los errores tienen otro valor y por lo tanto el alumno sufre menos presión al equivocarse. La posibilidad de repetir las acciones hasta lograr una ejecución perfecta de lo solicitado hace que la motivación aumente y que la confianza en las propias habilidades se consolide y logren trascender el momento lúdico particular.
Las opciones son, aparentemente, ilimitadas. El uso eficiente de esta técnica dependerá fundamentalmente de la creatividad del docente y sus estudiantes.