Por Roberto Gutiérrez
Vivimos en una democracia imperfecta ante el fracaso de los políticos y su política, por lo que se debe dar una oportunidad a los ciudadanos, para representar a los ciudadanos, a través de la democracia participativa, esa que alguna vez practicamos en la escuela, a fin ahora elegir a los mejores para encabezar los cargos de elección popular y los de la administración pública.
Los partidos políticos han abusado de la potestad constitucional que le otorga la facultad de integrar la representación nacional y se han vuelto sectarios, están convertidos en cotos de poder, con amigos, familiares y queridas, que se reparten las posiciones políticas y los recursos que les da el estado, sin regresar a la sociedad, lo que les ha dado.
Sus dirigencias han sido incapaces de formar nuevos cuadros, de abrir canales de participación, de encabezar movimientos y causas sociales y a quienes han beneficiado con cargos públicos en vez de exigirles combatividad. austeridad, compromiso, verticalidad y honradez, les permiten navegar en la mediocridad, sin comprometerse, ni dar la cara por la sociedad a quien le pidieron el voto.
Esa clase política que vive a costa del erario, ofende a los ciudadanos, por su inactividad social, pues es similar al modelo neocolonial, que gobierna para mantener los privilegios de unos cuantos sin importar las necesidades básicas de la población, lo que genera una sociedad indeseable o distopia.
Inseguridad, pobreza frenan el desarrollo de la cultura comunitaria al encadenarla solo a la supervivencia.
Ante este quebranto de la democracia, se debe permitir a los ciudadanos gobernar. Abrir hasta donde sea necesario las oportunidades de participación política, pues no es cierto que haya apatía de la sociedad, ni le interese la cosa pública, más bien no se le permite, contraviniendo el espíritu constitucional y la responsabilidad de las instancias electorales y los órganos de representación que deben sancionar, pero lo permiten, pues manda la partidocracia.
Es tiempo ya que los ciudadanos gobiernen, ellos saben donde están los problemas que se deben resolver, hacía donde debe dirigirse el presupuesto, pero principalmente saben que al terminar con la responsabilidad pública, deberán regresar a sus antiguos empleos y no podrán hacerlo como dueños de propiedades, autos del año, con riquezas inexplicables, o quienes los conocen de siempre les reclamarán que robaron.
La mayoría de quienes ostentan cargos de elección popular o de la administración pública de cualquier nivel, en vez de atender los problemas comunitarios, se han dedicado a tejer una red de complicidades, en busca de llegar a otro puesto en puesto público, sin ningún recato, buscando amasar fortunas, lo que ha creado una sociedad desigual, que nos ha sumido en una crisis de violencia e inseguridad que solo tiene como fondo la mala distribución de la riqueza, el atraso económico de las regiones y la falta de oportunidades para la mayoría de la población.
Cualquiera diría que los ciudadanos son quienes gobiernan, empero esto no es así, pues no lo son. Nos gobiernan políticos profesionales, que viven de la política, que no han dado buenos resultados y solo habría que revisar la historia de la legislación, leyes, del desarrollo de las ciudades, de las políticas pública, de la administración de la justicia, pero también del daño al erario por el abuso que han hecho del manejo del dinero público.
Para eso deben servir las reformas, para cambiar, construir una mejor sociedad, donde prevalezca la intención de ser cada vez mejores y no permitir que quienes utilizan la política para su bien personal, en vez del comunitario lleguen al poder, pues el daño social prevalece y nos ha condenado a ser una sociedad sin futuro, por lo que las cosas deben cambiar.