Roberto Gutiérrez
Hablar es parte del arte de la comunicación, para hacerlo se requiere un oyente, que ayude a cerrar ese círculo virtuoso de lo que representa comunicarse, o comunicar algo. En la mayoría de las veces hay siempre quien nos escucha y obvio como ocurre con todos los seres humanos, creemos que lo que decimos es el ideal y también que lo que escuchamos es la verdad y créame usted, no es cierto.
Esa interacción entre la palabra y los sentimientos de las personas deriva casi siempre en acciones, no se solo se puede hablar, sino siempre hay que esperar una reacción. Es más quien lo hace puede hablar y decir muchas cosas; practicar la retórica, utilizar su lenguaje no verbal, hablar como lo hacían los sofistas de la antigua Grecia, pero siempre como se diga, tendrá un impacto, en quien lo escuche.
El arte de conversar tiene no solo un significado como lo establecen los cánones de la comunicación, sino que está ligado con los sentimientos, esa partícula patológica que nos hace abrir nuestros sentidos a las personas o a la comunidad, a la política para sumarnos a esas ideas. Por eso, conversar es un arte.
Hablar y escuchar es un reto, quien lo práctica tiene una condición. La de representar toda la historia de la humanidad que está cifrada en la conquista. Sin embargo hay que decir también que comunicar es una ciencia aún improbable que quiere decir en el sentido más noble transmitir un solo mensaje, en el ámbito de la fe en quien la transmite.
Nadie puede hablar sin demostrar sus emociones, la tradición de la oratoria lo dice. Quién miente queda expuesto. Quién miente no comunica, quien habla no sensibiliza, quien no sensibiliza, no puede socializar, quien usa modelos criminales menos.
Hace muchos años, cuando poco se hablaba de comunicación social, de imagen de la estrategia de interacción entre quien habla y quien escucha se utilizaban a los símbolos para identificar a los escuchas con el poder, esa historia ya no funciona, aun cuando hay quienes la practican.
Utilizar términos generales para poner en práctica el Arte de Conversar es una equivocación, que nos ha llevado al caos. Los enamorados pueden hablar mucho de ello. Los políticos lo saben pues han fracaso en su propósito de interactuar con una sociedad inconforme.