Por: Roberto Gutiérrez
Decía José Luis Borges que antes las distancias eran mayores, por la sencilla razón de que el espacio se medía por el tiempo, máxima muy propia para los potosinos, que nos enfrentamos diariamente a la triste realidad, de transitar una ciudad partida en dos por una infraestructura ferroviaria, construida hace más de 130 años que si en su tiempo nos ubicó como un puntal del desarrollo, hoy más de un siglo después, no solo es un lastre, sino que nos tiene encadenados al pasado.
Las vías del ferrocarril que cruzan la capital no son un proyecto sustentable, bloquean el derecho de los potosinos a la movilidad y lo peor, nos amarran a un futuro incierto para nuestra convivencia social.
Lo peor es que pese a que afectan el bienestar de los potosinos, frenan la actividad económica, causan pérdida horas-hombre y dañan la salud física y mental de los ciudadanos, no hay un proyecto serio, ni visión a futuro que promueva a nivel federal, el cambio de las vías del ferrocarril, que quiebran a la Capital potosina en dos.
Le empresa concesionaria Kansas City Southern (KCS), dueña de una parte de esos activos ya anunció, los nuevos planes de crecimiento de ese sistema por todo el territorio nacional, para continuar con el movimiento de carga de mercancías Canadá-USA-México y no contempla ni por asomo, el cambio de vías fuera de la mancha urbana de San Luis Potosí.
A todo eso se debe añadir el abandono de esa infraestructura que cruza la ciudad, con puentes viejos, dañados, o en riesgo de caerse como el de avenida Universidad, sin que ninguna autoridad intervenga, ni la propia KCS, pese al riesgo de colapso.
San Luis Potosí tiene una larga historia de luchas cívicas en el pasado reciente y de muchos años atrás, de luchadores sociales y de organizaciones de vanguardia que han revindicado las demandas ciudadanas, a los que se les debe reconocer; desde la lucha estudiantil, hasta la demanda de mejores servicios públicos y una mejor democracia, tradición que debe continuar, hasta encontrar un punto de equilibrio que no genere una ciudad inconforme que a unos da bienestar y a otros se los niega.
La salud pública también es un compromiso de todos, como lo es la promoción de la cultura, la alimentación, la movilidad, el arte, la ecología, etcétera, y los diferentes niveles de gobierno, deben mostrar su capacidad de gestión para resolverlos.
De nada sirven autoridades conformistas, que no vean hacia el futuro, que no planeen proyectos a largo plazo, ni que no coloquen las bases de una nueva convivencia social, porque ante esto solo queda la frustración popular, la incertidumbre urbana y la necesidad de que haya un cambio, hacia donde llevar ese barco, que se llama ciudad y en el que vamos todos, pobres o ricos, empresarios, vendedores, comerciantes, estudiantes, amas de casa, trabajadores.
Todos quienes ponemos un pie fuera todos los días para mover la economía personal o la colectiva.