En el marco del encuentro de las familias, y despues de escuchar los testimonios de diversos representantes de grupos laicos defensores de la unidad familiar el papa Francisco emitió un emotivo discurso a los asistentes al Estadio Víctor Manuel Reyna, el cual fue un mensaje cargado de aliento a mantener la unidad y el amor entre familias.
El papa comenzó dirigiéndose al Manuel, el menor de 14 años que en el inicio del encuentro conmovió a los asistentes. “Antes de darte las gracias, quiero darle las gracias a tus padres. ¿Vieron qué imagen es esa? Los padres de rodillas ante el hijo. y la multitud aplaudió. No nos olvidemos de esa imagen”, señaló el pontífice a la familia de Manuel, al referirse que cuando el menor utilizó el micrófono, sus papás se acercaron a él y se arrodillaron.
“A vos, Manuel, gracias por tu testimonio, y especialmente por tu ejemplo. Me gustó esa expresión que usaste: ‘echarle ganas’, como la actitud que tomaste después de hablar con tus padres. Comenzaste a echarle ganas a la vida, a tu familia, entre tus amigos, y nos has echado ganas a nosotros aquí reunidos. Creo que es lo que el Espíritu Santo quiere hacer en medio nuestro: echarnos ganas, regalarnos motivos para seguir impulsando a las familias, soñando, construyendo una familia que tenga sabor a hogar y a las familias”.
Sobre la unidad de las familias, el papa mencionó: “¿Qué marido y qué mujer no se pelean?… Y más cuando se mete la suegra”, señaló en broma el pontífice.
También el papa habló sobre los adolescentes, principalmente por aquellos que se encuentran en situación de vulnerabilidad, a los cuales el pontífice indicó que están así “porque se sienten solos, porque no tienen con quién hablar”
“Piénsenlo, padres, piénselo, madres, hablar siempre con sus hijos e hijas, o estar siempre ocupados”, señaló.
“La precariedad, la escasez, el no tener lo mínimo nos puede desesperar; nos puede hacer sentir una angustia que muchas veces nos hace sentir que no se puede seguir en frente. La precariedad no solo amenaza al estómago, que ya es decir mucho, sino que puede amenazar el alma; nos puede desmotivar, sacar fuerza, intentar con caminos o alternativas de aparente solución pero que al final no solucionan nada”, señaló.
Al último, el vicario de Cristo habló sobre los desafíos que enfrentan hoy en día las familias. La sociedad piensa sobre las familias, señala el papa, que es hablar de “un modelo que ya pasó y no tiene espacio en las sociedades”, y que “bajo la pretensión de modernidad propicia, cada vez más , un modelo basado en el aislamiento”.
El papa indicó que esto es un reto porque la sociedad, afirma, termina siendo “colonias destructoras de la familia”, mismas que catalogó como “base de toda sana sociedad”.
“Es cierto, vivir en familia no es siempre fácil. Muchas veces es doloroso y fatigoso, pero creo que se puede aplicar a la familia lo que más de una vez he referido a la Iglesia: prefiero una familia herida, que intenta todos los días conjugar el amor, a una familia enferma por el encierro o por la comodidad del miedo a amar”.
“Prefiero una familia con rostro cansado por la entrega, a una familia con rostros maquillados que no han sabido de ternura y compasión”, indicó.
“Prefiero un hombre y una mujer con el rostro arrugado por las luchas de todos los días, que después de más de cincuenta años se siguen queriendo. Es la familia para llegar a lo que ellos llegaron, hay que tener paciencia, amor, saber perdonarse.
“El único consejo es que no terminen el día sin hacer la paz”, indicó el papa.
“El amor no es fácil, pero es lo más lindo que un hombre y una mujer se pueden dar entre sí: el verdadero amor para toda la vida”, terminó su discurso.
Enseguida, en la parte última de su discurso, el pontífice pidió a los asistentes al estadio rezar. Terminando el Ave María, se despidió agradeciendo al público. Hizo peticiones y después bendijo a los asistentes.