*A Carolina Varela Castillo
Por Roberto Gutiérrez
Si algo debemos agradecer a la tecnología es la oportunidad de conocer nuevos pensamientos. La distancia desapareció con las redes sociales, nos acercó a mundos desconocidos, antes reservados para los hombres del dinero. Derrumbó las barreras económicas y acabo con el mito de que los seres humanos somos individualistas. Tan no lo somos que hoy compartimos por esas redes, no solo nuestros anhelos y nuestra ideología, sino lo más importante nuestros sentimientos, que no tienen un valor intrínseco y que además nadie puede comprar.
Quien diga lo contrario tiene una comprensión inexacta de la capacidad para transformarnos, para crear nuevas comunidades, para sumarnos a causas antes reservadas al tiempo y al espacio.
Ahora todo eso no existe, la heterogeneidad que nos hacía diferentes también nos une a cada momento y ha formado a seres humanos universales, al que solo separa su forma de pensar, como una forma clásica de preservar nuestra cultura.
El sueño de Bolívar de crear una América Unida, no solo se ha concretado en las redes sociales, sino que se ha ampliado, hoy las causas por las que pueden unirse hombres y mujeres en un propósito común, es solo la capacidad que tiene cada uno de nosotros de asombrarse, comprender y reaccionar ante las aspiraciones de los demás.
Nunca como hoy nuestros sueños quedaron tan al descubierto, pero también nunca como hoy compartimos hasta el sabor del chicle que masticamos, más que como una intención de predominio, que como el deseo de sumar a nuestra causa y generar tanto un sentimiento rebelde, como una ilusión que abra los corazones de los demás.
Si nuestra inconformidad social, antes fue plasmada en un papel, ahora la mueven los impulsos electrónicos, que nos han llevado a crear una comunidad en la que no hay fronteras y si las hay, estas solo se miden, desde lo amplio del pensamiento de cada quien.
A través de la tecnología a la que ahora todos podemos acceder, esa que ya no pasa por los filtros insensibles de la televisión, ni por los textos censurados por los diarios, hemos descubierto la voz de las personas, el grito desesperado de otras, el canto en vivo de un coro de niños de una comunidad apartada, el latido del corazón de la persona amada, hasta un mensaje escrito dando gracias a Dios.
Esta es la nueva realidad que transcurre en las venas de las redes sociales y que nos ha permitido acercarnos a personas que hace apenas unas décadas, era impensable, para conocer más allá de la cultura oficial de sus países, sus aspiraciones, en un intercambio que favorece tanto el interés personal como colectivo.
Se rompieron las barreras de la música, del conocimiento, de la poesía que dejó de ser marginal, para acercarnos a un Mundo indescriptiblemente imperfecto, pero a la vez igual a cada uno de nosotros, que antes nos era ajeno, prestado y que ahora se nutre de la cultura de todos y de cada uno de nosotros.
En esa vorágine de acontecimientos nacen ahora los nuevos sentimientos, las nuevas aspiraciones y las nuevas formas de vivir, en las que el límite solo lo fija la ética personal, que se forma a través del bienestar de los demás.
Miles de causas han transcurrido en las redes sociales y a ella se han sumado quienes desean un mundo mejor, aportando su experiencia, su entusiasmo, sin esperar nunca una retribución, solo por el ánimo de dejar huella, ese es el sentimiento más puro del que los seres humanos de este tiempo podamos presumir.
Memorias de un periodista en la frontera.
Después de llegar a la frontera en 1991, poco tiempo me bastó para darme cuenta de cómo estaba la situación en ese lugar. Gobernaba al estado Américo Villarreal Guerra, un ingeniero civil que había hecho la mayor parte de su carrera política en la entonces Secretaría de Recursos Hidráulicos, pues en Tamaulipas, la cuestión de el campo es importantísima y él cumplía con el perfil, para ser gobernador de un estado agrícola por excelencia. Villarreal Guerra gobernó ese estado de 1987 a 1993, y quien le disputó la candidatura del PRI, fue el Manuel Garza González el “Meme”, todo un personaje en ese estado y quien presuntamente no ganó la candidatura por sus nexos con Joaquín Hernández Galicia “La Quina”. Muy poco contacto tuve con el ingeniero Américo Villarreal, más bien nuestra comunicación fue epistolar, a diferencia del doctor Norberto Treviño Zapata, gobernador de Tamaulipas de 1957 a 1963, quien acostumbraba a hablarme por las noches al periódico El Bravo, para comentarme sucesos de la política de Tamaulipas y a quien siempre agradecí esa deferencia por tratarse de uno de los hombres más trascendentes de la historia de ese estado y quien seguramente lo hacía, porque él también había sido periodista en Ciudad Victoria Tamaulipas.
Ya como Director del periódico El Bravo, en las reuniones de trabajo que sostenía con el dueño Don José Carretero Balboa, mi principal propuesta era renovar el diario tanto en arquitectura editorial como en contenido, por lo que comenzamos a planear, un nuevo diseño y la incorporación de nuevos colaboradores. Todo este trabajo solo lo realizamos él y yo en largas sesiones, encerrados en su oficina, en la que él me daba sus puntos de vista y yo proponía los míos.
Conocer a Don José Carretero fue una de las experiencias más gratificantes de mi vida, tanto por su lucidez para ver a la empresa como un todo, como por su interés por hacer un nuevo periodismo en una región muy rica, pero con muchas desigualdades. (continuará)