Nicanor Quinteros construyó junto a su abuela tres aulas usando palos y nylon. Ahora quiere agregar un comedor para que los niños también se alimenten.
Nicanor Quinteros, de 12 años, veía algunos de sus compañeros y vecinos en la calle y se le ocurrió una idea para evitar que perdieran su tiempo vagando. Le dijo a su abuela que quería hacer una escuela para ayudarlos. Entonces Ramona Quinteros pensó que podría hacerlo en el fondo de su casa, en el barrio Las Piedritas 3, en Pocito, Argentina
Aproximadamente 30 niños acuden cada tarde para repasar, profundizar lo de la escuela y aprender nuevos conocimientos.
El menor utilizó implementos que tenía a la mano para dar forma a su soñada escuela, usó cajones de verduras mesas, tiene sillas y también tarros grandes, un tambor de secadora como campana que anuncia el recreo y los pizarrones son cartones. Pero no olvidó ningún detalle, hasta tienen un botiquín de primeros auxilios, una bandera argentina, un micrófono donde entonan el himno nacional.

Nicanor hasta cuenta con una oficina de dirección, donde tiene su escritorio de cajones de verduras, su computador y un tarrito con lápices para sus alumnos.

Su abuela Ramona intenta ayudar lo más que puede y durante la hora del recreo, prepara té caliente y cosas para comer para todos los alumnos, pero a veces no es suficiente y por lo mismo Nico, como lo llaman de cariño, quiere sumar un comedor a su escuela.
“Como muchas veces vienen al mediodía, mi sueño ahora es tener un comedor para poder darle de comer a los chicos que vienen a la escuelita o a los vecinos del barrio que lo necesites”, dijo a Tiempo de San Juan.

El esfuerzo del niño es grande, ya que por la mañana va a la escuela y hace sus deberes. “Tengo que ir para aprender y así poder enseñar en mi escuela”, dijo.
