Psic. Juliet Clark Martínez. Cienfuegos Cuba.
Para muchos ha sido una bendición el avance de la tecnología y los múltiples usos que se le puede dar, sin embargo no todo es miel sobre hojuelas. Estudios han confirmado el gran vínculo que existe entre el uso de las redes sociales y algunos trastornos psicológicos y psiquiátricos. No es secreto para nadie que muchas personas sean proclives a manifestar algún trastornos debido al fuerte impacto que tienen las redes sociales en la vida cotidiana.
Hay niveles de uso de la tecnología. Existen quienes únicamente la utilizan como medio de conexión regular, son esos que entran eventualmente a revisar sus mails y deciden ver algunas fotos de amistades. Otros se ubican bajo un estándar moderado, revisan más seguido sus correos, Facebook, Twitter y deciden interactuar con mayor regularidad.
Al final se ubican aquellos que se les hace un hábito tener instalado todo tipo de aplicación en sus celulares, están conectados a toda hora, opinan, debaten, pero sus vidas y toda su atención están centradas en estar alertas y pendientes de toda publicación o notificación.
Muchas personas saben aprovechar la internet y las redes sociales de manera sana, saben separar elementos dañinos en ciertas publicaciones, alejan de sí frases ajenas que pudieran ser hirientes y con las cuales, incluso, pudieran sentirse identificados en algún momento de sus vidas. Sin embargo, existen otras que no saben separar esos elementos y que terminan cargando con la cruz de una adicción o una compulsión.
Al ser las redes sociales una manera de estar conectados con otras personas, se mal emplea para establecer relaciones fraternales que quizás no puedan establecerse en la vida real. Sin embargo no pretendo generalizar, pues existen casos en que esas relaciones han llegado a concretarse con total naturalidad y han sido incluso duraderas e importantes.
Existen grados de vulnerabilidad para una compulsión. Depende en gran medida del propio sujeto, de sus condiciones de vida, su temperamento, sus experiencias, etc. Es más vulnerable aquella persona que no haya tenido una buena experiencia de vida, que sea solitario, dependiente y propenso a retraerse, en cuanto al trato personal.
Generalmente un sujeto con estas características busca la aceptación social y mediante una red de este tipo puede crearse un perfil ficticio, asumiéndose sociable, con cierto status, viajero, conocedor, etc. Mediante esas mentiras intenta conectarse con alguien distinto a sí mismo, porque conoce de sus carencias personales, busca afecto sin que sea tocado por segundas personas, no necesita que sea juzgado, al contrario, necesita ser alguien confiable y ganarse la admiración de todos, aunque su propia vida sea un caos.
Mediante el mal uso de las redes sociales muchas personas sufren, sufren en muchos sentidos y de diversas formas. Sufren cuando ven fotos de otros que han viajado, cuando observan que su amigo acaba de casarse y es feliz, sufren con las bienaventuranzas ajenas porque su vida está carente de todo ello. La gente tiende a ocupar su mente en ver cómo le va al de al lado, en ostentar cosas que les son difíciles de adquirir, pierden energía y fuerzas en argumentos efímeros y banales, que en aras de conducirlos por un sendero tranquilo los sumerge en un camino tormentoso y enfermizo.
De igual forma hay mucha probabilidad de salir dañado a nivel sentimental, mucha gente tiende a jugar con los sentimientos ajenos cuando saben que la otra persona carece de afecto y es incapaz de establecer relaciones personales normales y existen otras tantas que creyendo la historia que les cuentan, comprometen sus sentimientos y para cuando el circo se les cae, ya están inmersas en un sufrimiento sin igual.
Otra de las grandes desventajas que asume la persona adicta a las redes sociales es la enorme probabilidad de morir mientras está manejando. Cuando maneja lleva consigo el “miedo a estar desconectado” el temor a perderse la última notificación, el temor a ser tal vez el último en enterarse de algún suceso, que no necesariamente puede ser el más importante, el miedo retorcido a ser el primero en dar un “Like” (en Facebook) o un “Fav” (en Twitter)
Esa persona no tiene consciencia de la importancia de hacer a un lado el aparato electrónico por un instante, es incapaz de darse cuenta que la vida no se acaba si lo suelta, sino por el contrario, puede tener el enorme privilegio de disfrutar el hecho de estar vivo, de apreciar el paisaje durante el camino, de escuchar música de su radio mientras conduce bajo un tráfico nefasto. La persona no aprecia el derecho a la vida, por estar pendiente de la vida ajena, así de trágico es.
Al estar atento a las redes sociales los más perjudicados son esas personas compulsivas. Se vuelven torpes, inseguras, con baja proyección social, sus vidas se tornan infelices. Perjudican su entorno laboral e incluso pueden llegar a perder un empleo o reprobar un examen por estar tan dispersos.
Alguna vez leí un refrán, del cual desconozco su autoría, y dice así:
Las relaciones son más difíciles ahora porque nadie se toma el tiempo en enamorar, las conversaciones se convierten en textos, los argumentos en llamadas, los sentimientos en indirectas. La palabra amor es utilizada fuera de contexto, la inseguridad se volvió una forma de pensar, los celos en hábito, engañar en accidente y ser lastimado, ahora es algo tan natural.
No perdamos lo esencial, estar vivos. Nacimos para interactuar mutuamente y no para escondernos detrás de unos cuantos caracteres, que quizás digan muchas cosas hermosas y que siempre quisimos escuchar o leer, pero que pueden estar totalmente carentes de un afecto real.
No perdamos la lucidez de utilizar la palabra te amo mirándonos fijamente a los ojos. No seamos títeres de nuestra mente, viviendo vidas dobles o fingiendo aquello que no somos. La vida es mucho más que unos cuantos caracteres, no nos dejemos aprisionar por el miedo a ser quienes somos. La autenticidad permanece y las palabras, siempre se las lleva el viento.