*Los sueños que deberían ser realidad
Roberto Gutiérrez Turrubiartes
En ese cúmulo de emociones que producen las aspiraciones insatisfechas, soñé, que no todo estaba dicho sobre la Reforma Educativa y que la SEP daba a conocer que contenía un Apartado Abierto que fue aprobado por el Congreso de la Unión, el cual se había escrito con letras chiquitas, para no generar miedo entre los diputados y senadores, ni en los congresos de los estados que lo aprobaron para que fuera Reforma Constitucional.
En la lucidez de los sueños que siempre están de pie, ante la necesidad de las grandes transformaciones, leí ávido línea por línea el apartado abierto denominado “Anexo Simbólico de la Reforma Educativa, inciso A, Número 1423, del complemento X”, y comprendí que en él estaba su verdadera esencia.
Que para justificarlo, plasmaba las reflexiones sobre la educación de Justo Sierra y las contradicciones de su tiempo. Las tesis de José Vasconcelos y su búsqueda espiritual del hombre, así como el pensamiento innovador de Jaime Torres Bodet, y las orientaciones pedagógicas y filosóficas a través de su corriente nacionalista, impresa en la historia de la educación nacional.
Pero además que tenía huellas de la pedagogía de la esperanza para los oprimidos de Paulo Freire y sus aportaciones al nuevo diálogo entre alumnos y maestros, conceptualizadas por el considerado padre del término “Reforma Educativa”.
Soñé, que el Congreso de la Unión y los pusilánimes congresos de los estados siempre al servicio del gobernante en turno, gracias a este nuevo Capítulo, habían reorientado sin saberlo, la Reforma Educativa.
Una Reforma que ahora sería sustentada en las diversas etapas históricas de la instrucción nacional y convocaba, ya no a realizar una nueva “Revolución Educativa”, al comprender que esta era un término viciado y repetido, sino a materializar con la Reforma el pensamiento de los educadores mexicanos.
Incrédulo aún ante lo que leía, recordé que la realidad supera toda la ficción posible y que en ella está implícita la mano del hombre, por lo que retomé la lectura párrafo por párrafo de este Anexo Simbólico.
Descubrí sorprendido que además de todo ese bagaje cultural de nuestro tiempo, el documento revelado contenía las mejores experiencias históricas de nuestro proceso educativo implementado desde el México Independiente, así como el pensamiento insurgente y el espíritu de lucha de Othón Salazar y que con su inclusión en la Reforma, se cerraba una etapa crítica pero a la vez constructiva que condensaba las aspiraciones de los maestros por un salario justo, un ejercicio digno y un proyecto educativo de nación.
Pero que además en este nuevo Capítulo que había sido muy bien guardado por la SEP, para darlo a conocer hasta que fuera aprobada la Reforma Educativa por el Congreso de la Unión, no sería reforma para cancelar prestaciones a los mentores, llamadas ahora “privilegios”, ni mucho menos un modelo que les condicionara su empleo a un examen aprobatorio, fruto más de un sistema inquisitorio que de uno trascendente y renovador.
Soñé que México en pleno recibía la noticia de este nuevo Sistema Educativo, como todo un reto, que las sociedades de padres de familia convocaban a reuniones, gustosos y a la vez gratamente sorprendidos con este nuevo instrumento diseñado para la educación.
Que los maestros festejaban en las calles y ofrecían su tiempo, disposición y su mejor esfuerzo para ayudar a que este modelo fuera exitoso, pues con él se abría una luz en el túnel de la mediocridad con la que funcionaba la educación nacional hasta el momento y que nadie había querido enfrentar.
Soñé que había nacido un nuevo idilio entre maestros, gobierno y sociedad y que todos se preparaban para emprender el nuevo ciclo escolar, con este paradigma, como la más grande respuesta histórica a la legítima aspiración de siempre, como el anhelo de todos, para ahora sí, encontrar un rumbo para la educación en el destino nacional.
Que este Capítulo disponía de una represupuestación inmediata del gasto educativo del país, así como su crecimiento gradual, para dirigirlo a objetivos muy concretos, que serían inmediatamente evaluados, por un Consejo Nacional de la Educación, integrado por los hombres y mujeres más lucidos del país, de la ciencia, de las letras, de empresas y de organizaciones de la sociedad civil.
Que contemplaba por primera vez en la historia, otorgar desayunos y comidas nutricionales gratuitas en comedores construidos ex profeso, a todos los niños de las escuelas rurales y de zonas urbanas, marginadas o no, de los niveles de Primaria, Secundaria y Preparatoria, como un requisito fundamental para ingresar a clase.
Que disponía la creación en cada plantel, de un Comité de Salud, con el suministro de medicinas y la contratación de un médico general, un nutricionista, una enfermera y un psicólogo, para vigilar la salud y desarrollo físico y mental de los niños, a través de una alimentación nutritiva y una protección emocional de los niños en la educación obligatoria.
Que incorporaba un programa de reconstrucción de la escuela, como un centro de formación y enseñanza a través de una infraestructura funcional, tanto en aulas, como con la instalación de laboratorios, ludotecas, comedores, sanitarios dignos, servicios de agua potable, áreas recreativas, así como la construcción de instalaciones deportivas y áreas definidas para impartir música, talleres, a través de lugares espaciosos con los que soñó Vasconcelos en su concepción de una nueva cultura de la educación.
Que las materias de Valores Sociales, incluida la tolerancia, liderazgo, Filosofía, Música, Ecología, Educación Física, Deporte, Matemáticas humanísticas y Comunicación, se ubicaban como parte central de esta nueva educación, que privilegiará el respeto a la familia, a los adultos mayores de la sociedad, el respeto al derecho ajeno, a los vecinos y a las tradiciones, así como a las reglas de la comunidad como eje central de nuestra convivencia.
Todo esto como el impulso de una nueva disciplina para encaminar a niños y jóvenes a una educación piramidal resultado de nuestra tradición cultural y basada en la convivencia y las necesidades comunitarias, regionales, de los estados y del país, más que en los bastardos intereses de una moda sexenal de la política o de la macroeconomía mundial.
Soñé que como caso único en la historia y como resultado de la represupuestación de los recursos destinados a la educación en el país, terminaba la lucha histórica de los maestros por mejores salarios, al reconocer el Gobierno de la República, el carácter prioritario y estratégico de los educadores, como formadores de las nuevas generaciones de mexicanos, asignándoles salarios y prestaciones ideales para desempeñar su nueva responsabilidad.
Que la SEP reorganizaba su estructura administrativa y reubicaba a cientos de miles de trabajadores de la educación que no estaban en las aulas, incorporándolos a los nuevos centros de enseñanza, para reducir los grupos a solo 20 alumnos, como una necesidad básica para educar mejor.
Que dicha reorganización tenía como base digitalizar sus procesos de trámites para los propios maestros y la burocracia, planes y programas inútiles creados a su alrededor, disminuyendo con ello el gasto oneroso, así como la utilización de insumos como papel, equipos de cómputo, renta de oficinas y pagos de luz, agua, materiales, salarios, etcétera al concentrar en programas digitalizados todas estas acciones, que representan actualmente para el sector un gasto millonario anual, el cual ahora será destinado totalmente a la formación de niños y jóvenes.
Que como fruto de una sociedad que crece en la era de la información, nacían a propuesta de un grupo de intelectuales mexicanos, los libros de texto digitales y que a su vez nacían, o se fortalecían y engrandecían las bibliotecas escolares, pero no de mentiritas, como muchas que existen, sino con las grandes obras de la literatura universal, ciencia y arte, educación sexual, artesanal, productiva, como una tarea pendiente de las escuelas para promover el conocimiento a través de la lectura.
Soñé, que a partir de este nuevo modelo para impartir educación de excelencia en el país, nacían los modelos educativos regionales, con instrucción basada en sus propias experiencias y necesidades para el crecimiento económico, producto de nuestra diversidad como nación.
Que se retomaba el modelo de internado para albergar a los alumnos pobres entre los pobres, sin padres, abandonados, de la calle, como una necesidad del Estado Mexicano para enfrentar el caos social y la perdición de los jóvenes lumpen, abandonados en la oscuridad de la noche, víctimas de trata de personas, o de las drogas.
Que se fortalecía el derecho a la educación consagrado en la Constitución, como una respuesta a la necesidad de formar los instrumentos que la propia sociedad mexicana requiere para alcanzar los frutos soñados a través de su historia, de libertad, independencia y bienestar económico para todas las familias.
Sé que en ocasiones los sueños se vuelven realidad y que este tal vez solo sea uno más, pero permanecerá en lo personal y en el ánimo de muchas otras personas por siempre, de una forma u otra, mientras anide ese deseo insatisfecho de que la educación no ha sido el instrumento para transformar una sociedad que ha ido poco a poco al abismo y que solo ha permitido que permee el discurso de los políticos, sobre una nación y sus ciudadanos, en el que es claro hay un gobierno rico y una sociedad pobre, que ha fracasado en formar la sangre nueva que debe oxigenar a esta nación en el presente y en el futuro.
21 de marzo del 2014