Roberto Gutiérrez
La conmemoración del Día Primero de Mayo, en México fue siempre la ocasión para que los sindicatos blancos, o charros, desfilaran por las calles de todas las ciudades del país, portando mantas y pancartas en las que rendían pleitesía a los gobiernos del PRI.
Pese a los salarios miserables que ganaban, lo que ocurre aún hoy, los trabajadores eran obligados a desfilar para agradecer a los gobiernos de la Revolución, las prestaciones y las dádivas que les otorgaban.
La historia de México registra a la mayoría de los ex presidentes del Siglo XX, desde el balcón de Palacio Nacional saludando a los contingentes principalmente de burócratas, que aplaudían el poder presidencial, hasta que el “festejo”, se cancelo por cuestiones de seguridad nacional.
Los trabajadores burócratas y de los sindicatos charros ya no acudían a marchar en conmemoración del 1 de Mayo, para aplaudir al jefe político en turno, sino para lanzar improperios, consignas e indirectas a quienes habían llevado al país al desastre económico, luego de las crisis sexenales de Echeverria, López Portillo, De la Madrid, Carlos Salinas y Ernesto Zedillo.
Esto ocurría también en los diversos estados del país, en los que los gobernadores en lugar de privilegiar el bienestar de los trabajadores, los usaban en esa fecha conmemorativa, como contingentes para aplaudir sus acciones de gobierno.
Eso atemorizó al Estado Mexicano, que canceló el festejo del Día Primero de Mayo, por el temor de una revuelta con los trabajadores en las calles. Había terminado una etapa histórica del sindicalismo oficial. Cambio que había sido alentado desde años atrás por los sindicatos de izquierda, que realizaban sus propias marchas para conmemorar el Día de Trabajo, en las que cuestionaban el dominio gubernamental sobre las organizaciones obreras y la pobreza de los trabajadores.
Hoy ya no hay desfile, pero predomina aún los bajos salarios y las condiciones paupérrimas de otros muchos grupos de trabajadores expuestos a malas condiciones laborales, bajos salarios y sin prestaciones que deambulan por las calles, en busca de alimentos económicos, ropa y calzado, casi siempre de mala calidad, para sostener a sus familias.
La lucha laboral seguirá inconclusa, mientras el Estado no asuma su responsabilidad de proporcionar alimentación, salud y educación digna a los trabajadores y a sus familias. También a los millones de subempleados que subsisten al día, con salarios miserables.
El Estado debe educar a los trabajadores y a sus hijos, asumiendo esa necesidad como propia, pues en ella está centrado también el destino nacional. Las demandas hoy del Día Primero de Mayo, no se deben circunscribir a la conmemoración de una fecha oficial, en la que no se va a trabajar, por el contrario debe ser el comienzo de una larga jornada de lucha en la que se reivindiquen los derechos sociales de los trabajadores y los de sus familias, principalmente los de la educación, la salud, la recreación y el bienestar económico.