Roberto Gutiérrez
Desde niños en la Escuela y en la casa, nos enseñaron a saludar a las personas, cuando se llega a un lugar, cuando alguien aparece, cuando alguien nos saluda, etcétera, entonces el saludo se volvió una costumbre, que con el tiempo derivó en cortesía y nos abre casi todas las puertas, si va acompañado de una sonrisa.
Usted se preguntará estimado lector, porque gastar tantos impulsos electrónicos, en algo que parece un tema tan trivial, pero quiero decirle que no lo es, pues el saludo es un estandarte, no solo del buen comportamiento, sino la llave mágica de los seres humanos, de la que derivan todas las acciones positivas.
Y no me refiero con acciones positivas a que alguien de un donativo a una asociación de pobres, o bien levante un papel de la calle y lo coloque en el cesto de la basura. No, me refiero a esa llave intangible que además de abrir todas las puertas, las mantiene abiertas por siempre, pues un saludo representa también una comunión con quien se da.
Hace muchos años, el saludar era una agradable costumbre, caminaba uno por la calle, y las personas saludaban a unos y otros, aún sin conocerse. En los pueblos y en las comunidades era también una regla y parte de la identidad que se tenía como ciudadano.
Hoy ya no lo es. Ahora el saludo se da con una mirada dura, que censura, o que recrimina, así sea a veces en los círculos más cercanos, por eso es importante preguntarnos hoy ¿y Usted como saluda?.
Nadie puede decir que no lo enseñaron a saludar, pues si esto por alguna circunstancia no ocurrió, en la casa, si lo fue en la Escuela, por lo que no saludar hoy, es parte del comportamiento social, que se ha roto, como se han roto otras muchas escaleras sociales que fueron los cimientos de nuestra integración que al perderse nos han llevado al caos.
Si las crisis económicas, la violencia, la corrupción, el desgano oficial y la apatía de los gobernantes, nos han quitado la sonrisa de los labios, que no nos quiten esa agradable costumbre de saludarnos unos a otros, pues en ese saludo se enlazará todo lo bueno que deseamos.
Salude. No tenga miedo, salude a su vecino, al maestro, al vendedor de los periódicos. Salude al jardinero a la cocinera, a la mesera en el restaurante. Salude a ricos y pobres por igual. Salude a quien pide limosna. Salude al barrendero. Salude a quien le ha puesto la “araña” en el automóvil.
Salude a su jefe. Salude también a su mujer, al esposo, a su novia. Salude a los niños que juegan en la esquina. Salude al político encumbrado, aunque no le regrese el saludo. Salude a Dios, por las mañanas. Salude a quienes tienen y a quienes no. Salude al perro, al gato y al perico, que ellos también se lo agradecerán.