Por: Carolina Varela*
A la memoria de Luis Villoro (1922-2014)
Sin tratar de hacer una recopilación, es interesante ver cómo ha evolucionado el término y la importancia que se les ha dado desde sus inicios hasta el día de hoy.
Siempre se ha visto como una comunidad de profesores y académicos, que en un principio eran gremios medioevales, que recibían reconocimiento de los príncipes o prelados de las ciudades donde se encontraban.
Estas entidades nacidas en la edad media con el fin de condensar el conocimiento en materias como medicina y derecho, debían ser diferenciadas de las antiguas instituciones de altos estudios, donde por primera vez, se institucionalizó la educación y que básicamente impartían la enseñanza de la filosofía y la religión.
Las primeras universidades fueron fundadas en Italia, Inglaterra, España y Francia, con el fin de preservar y difundir los conocimientos en medicina, derecho y teología, la parte importante de la enseñanza implicaba el estudio de las artes liberales, tanto el “trívium” como el “quadrivium”, así pues, que comenzando por la enseñanza literaria con la gramática, retórica, y la lógica continuaban con la enseñanza científica, basada en la aritmética, geometría, música y astronomía, para que con posterioridad los alumnos entraran en estudios más específicos de acuerdo con el arte de su elección.
A partir de 1088 se extendió por toda Europa la necesidad de formar y organizar universidades, algunas prevalecen hoy, encontramos: la de Bolonia (1088), Oxford (1096), Cambridge (1209), Palencia (1208), Salamanca (1218), Padua (1222), Nápoles (1224) y Paris (1275), entre otras.
Algunas de estas recibieron bulas papales, y de los Reyes y Emperadores el título de Studium Generale que indicaban lo prestigiosa que eran y por tanto tenían reconocimiento internacional.
Ya en América, las primeras escuelas fueron fundadas por padres dominicos, franciscanos y agustinos, la Universidad Nacional de San Marcos del Perú es reconocida como la universidad más antigua en América y la que ha funcionado ininterrumpidamente desde su fundación en 1551, fue creada por mandato de la Corona Real española, obteniendo así la “Real Cédula”.
Pese a lo anterior, existe una rivalidad con la Universidad de Santo Tomás de Aquino de República Dominicana, por cuanto esta última constó de la “Bula Papal” de 1538, pero en su momento no del “Pase Regio” de los Reyes de España, más concretamente de Carlos I, lo que consistía, como reconocimiento de claustro académico por parte de la corona española, lo cual obtuvo hasta 1558. Esta universidad funcionó hasta 1823 y dejó de hacerlo por la guerra suscitada con Haití, abriendo nuevamente sus puertas en 1914, por decreto del entonces presidente Ramón Báez.
En México, se crea la Real y Pontificia Universidad de México en 1551, entrando en funcionamiento hasta 1553, la cual en su momento otorgaba a los hijos de los españoles títulos académicos de igual valor que la Universidad de Salamanca, igualmente es interesante saber que en este claustro anduvieron personajes de la talla de Juan Ruiz de Alarcón y Carlos de Sigüenza y Góngora.
Por último, antiguas, modernas, nuevas o viejas, hoy como ayer siempre han sido base de la trasmisión de ideas, base de nuevos pensamiento, cuna de nuevas investigaciones y avances tecnológicos, formando líderes de calidad, que logren influir en campos como la medicina, física, literatura etcétera… no sólo impulsando nuevos conocimientos, sino mejorando los existentes, ayudando así con una mejor calidad de vida y desarrollo de los países.
*Carolina Varela Castillo, es Investigadora del Departamento de Derecho de la Universidad de Salamanca y cuenta con Maestría en Derechos Humanos y Derecho Comunitario.
*Abogada por la Universidad Javeriana de Bogota y Especialista en Derecho Tributario y Fiscal, por la Universidad de los Andes.
*Es colaboradora del Portal Digital de la Revista Potosina de Educación, desde 2013.